El mes de abril del año 1939
supuso un corte en la cultura española debido al fin de la Guerra Civil.
Nuestro país quedó partido en dos: una parte se exilió y la otra quedó encarcelada
o aterrada. La parte Republicana estaba muy ligada a la educación por lo que el
numero de exiliados y encarcelados fue enorme.
Se habló, durante muchos años, de
dos literaturas: la de dentro y la de fuera de España. Los exiliados se
sumergen con rapidez en la cultura de sus nuevos países haciendo que hubiera un
gran desarrollo. Pero, como es obvio, esta literatura exterior se va acabando
por distintas razones: esas personas mueres, vuelven a casa o sus descendientes
se integran en esas nuevas culturas.
Los vencedores de la Guerra
Civil, por otra parte, son conscientes de que han ganado la guerra pero han
perdido la de propaganda: la mayoría de países Europeas apoyan a los exiliados.
Algunos tratan de reanudar la vida literaria de España. Juan Aparicio, por ejemplo, se dedica a crear revistas literarias
pero son todas oficiales, con dinero público y, aunque no son de propaganda, no
hablan de nada público.
La revista literaria más
importante de esta época es “La estafeta literaria” y que pretende ser la réplica
de la gran revista literaria de antes de la guerra: “La gaceta literaria”, de Ernesto Jiménez Caballero. Hay otras revistas que duran menos como “El
semanario” o “Fantasía”. Éstas tienen
que ser oficiales pero algunas están más desligadas. Por ejemplo, en el campo
de la poesía destacan dos en los 40: “Garcilaso” (Madrid) y “Espadaña” (León).
Entre estas dos revistas se da un enfrentamiento estético que disfrazaba uno político.
Detrás de la primera estaba la Juventud Creadora cuyo miembro más destacado era
José García Nieto. Escribían intentado
recuperar las medidas clásicas. En la
segunda destaca Victoriano Cremer y,
en ella, escriben una poesía que no es crítica pero que habla de una realidad
más fea. En esta época surge también el libro que marca el resurgimiento de la
poesía: “Hijos de la ira”, de Dámaso Alonso. Se trata de un libro lleno de
violencia con verso libre. Se crea a su vez en Córdoba una nueva revista, “Cántico”,
con estética distinta. Se trata de una poesía más hedonista y retorica y que
cuida más el uso del lenguaje. Homenajea a Luis
Cernuda y, en ella, escribe Pablo
García Baena. Otra revista de esta época es “Los cuadernos de Ágora” que
tiene una primera parte de poemas, otra dedicada a la traducción, otra con
reflexiones de la poesía actual y clásica, otra con manuscritos y otra final con
una crítica de libros.
La poesía social implica también
una revolución estética que quiere plantear los problemas de la calle. No es
una poesía política pero utiliza un lenguaje con palabras comunes. El nombre
más significativo es Gabriel Celaya,
quien trata de acercar la poesía al lenguaje hablado. Escribió Tranquilamente
hablando. Otro autor importante es Blas
de Otero cuyos primeros libros son de una religiosidad angustiada, como Ángel
fieramente humano. Después de aproximarse al Partido Comunista escribe Pido
la paz y la palabra.
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